TEMOR.
¡Señor, Señor! Si llegas a mi árbol
que te de con fruición fruta sabrosa;
que tu sed y tu hambre se mitiguen
en la dulzura de su leve sombra.
Que nunca puedas motejar de estéril
la savia que fue orgullo de sus ramas;
una historia hay, Señor, que me horroriza:
¡La historia de la higuera de Bethania!

Magnifico, como todos ellos-
ResponderEliminarGracias por estar ahí y beber en sus versos, aunque leyendole la sed de su palabra nos hará cada vez más suyos.
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