AMANECER.
El oriente se tiñe de un fulgor de diamante,
A la voz de un conjuro la tierra se estremece,
Revuelan las alondras con giro vacilante;
La noche huye en silencio. Fiat Lux. Amanece.
Del suelo se levanta una opaca neblina
En vuelos caprichosos, como ofrenda de incienso.
La tropa alada bulle contenta y parlanchina;
El mundo está, ante el día, un momento suspenso.
La voz ronca del cuerno, que tocan los pastores
Se recrea en los ecos, pesada, intermitente.
Platican los labriegos que van a las labores
Y el perro de una granja, se queja impertinente.
Barullo de cencerros se pierde en el espacio;
Se siente el estridente chirriar de una carreta,
Asoma el sol su cara radiante de topacio…
¡Estas sí que son horas de sentirse poeta!
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