HIJA.
Iba enlutada, y por su padre muerto
pasó al templo a rezar,
dudé un momento entre el amor y el odio
y el amor pudo más.
Y pasé yo también y los dos juntos,
sin oír nuestra voz,
yo con lo labios, con el alma ella,
le pedimos a Dios.
Quiso rezar después otra plegaria
por nuestro muerto amor;
me miró, la miré, y a aquél conjuro
nuestro amor revivió.
Y recordando al padre a quien lloraba
me dijo ella después:
¡Si igual que resucitó tu cariño
pudiera hacerlo él!
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